Huele a café tostado
Huele a café de puchero, a
cebada hervida para calentarme las tripas, en la mesa quedan restos de pan tostado, el que preparé anoche para la trampa de los ratones.
¡Tengo que zurcir estas
medias, el agujero es cada vez más grande!, ¡qué hartura de vida! Y no sé ni
en qué día vivo…
Vamos niña que llegas
tarde a casa de la señora, - ya estoy despierta abuela y preparada e hice la
capacha para el primo y para mi hermano, poca cosa le pude echar, parte del potaje
de anoche y un trozo de pan que quedaba de la panadería de pepe el caletero,-yo
puedo comer en casa la señora María, ella es buena conmigo.
Antes de irme un beso de buenos
días a madre, está planchando y preparando la ropa para llevarla a lavar al riachuelo,
¡hoy está especialmente guapa! Ella habla poco, pero lo dice todo con la
mirada.
Calle
abajo cada día camina Antonia a trabajar, - me contaba que para el primer
trabajo tan solo tenía 8 años y le tuvieron que poner un banco para poder
subirse a fregar platos.
Hace calor en la calle,
pero ella tiene frío, frío en las tripas, en las manos, en los pies; los
zapatos que llevan son heredados de la hija de la señorita; ¡sueña con unos zapatos rojos!, calle abajo va con la cara limpia y el corazón puro pero un pellizco
en el estómago que no sabe decir que es…,no ayuda el agua sucia de esta mañana, porque a pesar que la "la rubia" dice que olía a café, creo que no sabe lo que es un buen café, cuando pueda y tenga más de dos reales iré al bar pequeño que dejan entrar a las mozas del pueblo pero eso sí bien vestidas. juro que iré y me tomaré un café que sabe a gloria y huele al perfume de los días cálidos.
La
abuela, es la matriarca de esta saga, ella se encargó de toda o de casi toda la
familia, mientras los hombres se fueron a jugar a soldados que salvaban la patria
y mientras olvidaban que las mujeres son las que salvan el Mundo. La abuela
recia, alta, rubia con gran poder de comunicación, lo mismo te vendía una casa
que le regalaban un saco de papas en el mercado, la nieta cuando habla de ella,
lo hace con admiración, ella es fuerte no como yo, a ella no le hace falta
ningún hombre que la cuide- “qué
equivocada estaba la nieta”, nada supo de su vida íntima, nada se contaba y
menos se mencionaba, lo único importante era trabajar y llevarse algo caliente
a la boca para calentar esas tripas , las tiene secas de tanto hambre de
amor.
Huele
a café de nuevo, ahora es de una cafetera de última generación, también huele a
pan tostado, pero es de espelta, de harina integral ecológica, ¡cómo han
cambiados los tiempos!, es mujer y de esta saga, pero se prepara para ir a la
Universidad de Derecho a dar clases; es el día del Derecho Internacional de la
Mujer, nuevas o antiguas reivindicaciones alzan la voz en la calle; Sofía se
sonríe y quiere hacerle un homenaje a las mujeres de su vida, a la mujeres que
no se sabe nada de ellas, pero que levantaron este país en tiempo de guerra y
en tiempo de crisis, en tiempos de paz y en tiempos revueltos.
Las mujeres de mi vida
huelen a jazmín, malva loca, azahar a hierba buena de la que se le echa en el puchero, a sábanas
recién lavadas, a polvo de talco, a roscos de vino, son fuertes y duras como
piedras, se quejaban poco y han sido fieles a sus creencias, a sus costumbres e
incluso a sus hombres cuando se iban a buscarse la vida y arreglar este mundo con sudor y sangre..
Se levantaban al alba para
ir a trabajar y de noche cocinaban para que al día siguiente los hijos y los
niños pudieran llevarse la capacha al campo, a la fábrica, mujeres que han oído
el sonido de las bombas, que tenían frío en las tripas, hambre de amor, mujeres
que, educadas desde el miedo al abandono, nadie las escuchaba, pero todos
mandaban en ellas.
Mujeres que no sabían
quién era Aristóteles o Buda, pero si sabían que era su deber, cuidar, cuidar y
más cuidar a todos menos a ellas.
Mujeres que se
acostumbraron a estar en silencio, y hacer fiesta de un día de descanso, mujeres que rezaban a un Dios que castigaba y no era amor, mujeres que no conocieron los placeres de ir a hoteles con todo incluido y casi
nunca enfermaban porque no tenían derecho a casi nada.
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