MI NIÑA LOLA
La abuela murió hace muchos años, esos
niños se quedaron huérfanos de abuela, sí abuela, ella era el timón del barco,
el pegamento que mantenía unido ese mosaico.
La
abuela desde siempre trabajando en la casa de unos señores que vendían tela y
género de ropa de cama, bueno y antes, no sé si se puede contar, porque era
menor de edad, trabajó en aquella fonda del centro del pueblo, trabajaba
haciendo camas, recogiendo los excrementos de los burros y los caballos de los
forasteros que a la fonda llegaban cada noche a pernoctar.
Lola
solo tenía una hija Rosa, del padre de su hija poco se sabía, era casi todo un
secreto de estado, a veces se decía que “era hija del pecado” y otras que su
marido se alistó a la Guerra, lo sí que era verdad es que nunca estuvo, no sabe
bien sí llegó a saber que tenía una hija o al menos de que color eran sus ojos,
que por cierto eran negro azabache y su piel morena con una melena de pelo
rizado pero no un rizo cualquiera si no ese por el cual las gotas de agua se
deslizan juguetona como si de toboganes se tratasen.
Rosa
tuvo muchos pretendientes y al final le dijo sí quiero a un hombre de tez
morena y ojos verdes, con buena estatura, pero con un defectillo o más bien con
una gama de gustos variados, al parecer todas las mujeres tenía un encanto
especial para él y él tenía que “catarlo”, el encanto; ¡dícese!
Finalmente, se casarón y nacieron de sus
noches de pasión cuatro hijos varones; Rosa era bella por fuera, pero por
dentro aún más aunque siempre andaba a la crezca con Antonio (su hombre) y Lola
estaba metida en medio del “ajo” porque además convivía en la misma casa, Lola
era de este tipo de mujer que “guardaba secretos”, que nada se supiera aunque
fuese un secreto a voces y más en un pueblo tan pequeño , si levantara la
cabeza y viera como ha crecido el pueblo y cuál es la situación de su familia,
se quedaría para intentar arreglar lo que un día ella sin saberlo rompió con
tanto “tapar” .
Rosa
se quedó sorda, dicen que no quería oír las lenguas de las vecinas “que llevaban y traían”, las corridas y las
rondas de faldas de Antonio, él por supuesto juraba y volvía a jurar que él
estaba por Rosa y jamás se separó de
Rosa, él era un hombre de los de “antes”, a dormir a casa, aunque fuese de madrugada, porque él traía
el pan cada día a casa, Rosa se moría de pena, bueno primero se volvió loca de
amor o desamor y luego se quedó sorda, da igual la cuestión es que cada vez
salía menos de casa y Lola hacía las veces de madre y de abuela pero poco de
suegra, porque ella eso “también lo tapaba” cada mañana antes de ir a trabajar
a la tienda de la señorita Justa.
Lola
era bajita y con el paso del tiempo iba menguando en estatura pero creciendo su
sufrimiento y dolor, ella no era nadie
para decirle a su yerno lo que debía hacer pero se dedicó a la educación de sus
cuatro nietos, ellos crecieron y tomaron caminos diferentes al morir Rosa, que
murió antes que su madre, ellos no pudieron expresar lo que sentía de hecho aún
está sin decir que siente; sus vidas se trucaron se quedaron huérfano dos
veces, ellos han sido educados por una mujer que nunca pudo tener “libertad
emocional” o no supo -no lo sé- el caso es que ellos hoy en el 2016 sus
relaciones de amor están trucadas y tapadas, no dicen que les pasa, no saben
decirlo;
Esta mañana mientras
desayunaba en la cafetería de siempre, me acordé de la historia de esta familia,
mientras la recordaba sentía que estaba repleta de sufrimiento, de
prohibiciones emocionales, de creencias limitadoras, de hambre, de pobreza,
desamor……; No seré yo la que juzgue a Lola, ya lo está haciendo la vida por
ella, sinceramente creo el mayor miedo es la “creencia en el miedo”.
“A veces la vida es una copla que
tantas veces he oído en casa”
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